La epidemia de obesidad, considerada como la «epidemia silenciosa» del siglo XXI, no discrimina por edades. Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un alarmante 29% de los niños de 7 a 9 años en Europa presenta sobrepeso u obesidad. Este porcentaje se dispara al 39% en el caso de los niños españoles, junto con los niños de Grecia e Italia, quienes muestran las cifras más preocupantes en el continente. A pesar de los esfuerzos por abordar este problema de salud pública, la obesidad infantil sigue en aumento.
Recientemente, se llevó a cabo una reunión de alto nivel en Palma de Mallorca sobre obesidad infantil, donde expertos de todo el mundo se congregaron para compartir programas de prevención y estudios relacionados con los factores de riesgo y posibles políticas a implementar en el futuro.
Uno de los expertos destacados en esta reunión es Franco Sassi, profesor de Economía y Política Sanitaria Internacional en el Imperial College de Londres. Su trabajo se enfoca en evaluar el impacto de las políticas públicas para abordar las principales enfermedades crónicas y sus factores de riesgo. Sassi y otros expertos participarán en un proyecto europeo de cinco años destinado a analizar y comprender los riesgos de la obesidad en diferentes etapas de la vida.
La obesidad se considera una de las epidemias más graves en salud pública a nivel mundial, ya que afecta a una gran parte de la población y se propaga socialmente debido a elecciones de estilo de vida poco saludables, como la alimentación no equilibrada y el sedentarismo. A pesar de los esfuerzos, la obesidad sigue en aumento, lo que la convierte en una seria amenaza para la salud pública, especialmente en comparación con problemas como el tabaco, que ha disminuido en consumo.
En España, los altos porcentajes de obesidad infantil han llevado a cuestionar el mito de la dieta mediterránea, que ha evolucionado hacia la preferencia por alimentos poco saludables, impulsados por campañas de marketing de compañías de alimentos. Los niños se ven influenciados por estas estrategias de marketing y tienen dificultades para resistir la tentación de alimentos poco saludables.
Tanto la mala alimentación como el sedentarismo son factores críticos en el aumento de la obesidad infantil. Sin embargo, mejorar la dieta de los niños es más factible que aumentar su nivel de actividad física, ya que es difícil reducir el tiempo que pasan frente a pantallas y dispositivos digitales. Promover una dieta adecuada es posible mediante la promoción de alimentos saludables y la aplicación de impuestos sobre alimentos procesados y bebidas azucaradas.
Las políticas fiscales que gravan los alimentos procesados y las bebidas azucaradas son efectivas para reducir su consumo, y cada vez más países están adoptando estas medidas. Sin embargo, se necesita ampliar estas políticas para abordar otros tipos de alimentos poco saludables.
El nivel socioeconómico de las familias juega un papel crucial en el riesgo de obesidad infantil. Los niños de entornos desfavorecidos están expuestos a una mayor influencia de alimentos poco saludables y tienen menos acceso a opciones alimenticias saludables y asequibles.
Para abordar la obesidad infantil, se requiere una combinación de políticas públicas que aborden la dieta, la actividad física y la educación. La intervención temprana en la educación primaria y la promoción de estilos de vida saludables en las familias son fundamentales. También es importante controlar la alimentación en los comedores escolares y crear entornos que fomenten elecciones de alimentos más saludables.
Las enfermedades derivadas de la obesidad ejercen una presión significativa en los sistemas de salud, ya que los adultos con obesidad tienen un mayor riesgo de desarrollar afecciones como la diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer. Los tratamientos para la obesidad pueden ser costosos y representan un desafío financiero para los sistemas de salud.
En resumen, la obesidad infantil es un problema crítico de salud pública que requiere un enfoque integral, que aborde tanto la dieta como la actividad física, y que involucre a gobiernos, escuelas y familias en la lucha contra esta epidemia creciente.