La figura del agricultor está desapareciendo. Los datos son muy claros. Según el Banco Mundial, el 43,7% de las personas del planeta trabajaba en el sector primario. En 2019, el porcentaje había caído hasta el 26,7%, un porcentaje sostenido en gran medida por los países en vías de desarrollo, porque en los países ricos el porcentaje era del 3%. Además no se está produciendo un relevo generacional, con lo cual los agricultores son cada vez más mayores y en consecuencia se están produciendo cambios en las características de las explotaciones agrícolas. (El tamaño de las explotaciones está tirando hacia extremos, bien por las particiones en las herencias o bien por una mayor concentración de tierras en manos de menos propietarios por la reducción de personas dedicadas al sector).
Pero, ¿Por qué ocurre esto? Pues, según Eva Marín, agricultora y presidenta de ASAJA Joven, hay diversos motivos. La baja rentabilidad de la actividad, las inversiones necesarias para dar viabilidad al negocio, en un período de crisis económica hacen que muchos jóvenes huyan de esta incertidumbre. Otro motivo es la dificultad para acceder a la propiedad de la tierra que muchas veces o no se dispone de ella o de los recursos necesarios para acceder a ella. Otros motivos son la dureza del trabajo, la falta de reconocimiento a nivel social y que el estilo de vida vaya en consonancia con la persona. Otro motivo de peso es la falta de tradición familiar, ya que la mayoría de los nuevos agricultores (aún se da un pequeño relevo generacional cada vez menor) continúan la actividad por tradición familiar, para que no se vendan las tierras o se echen a perder.
Para Adrián Navalón, economista y psicólogo, los motivos abarcan un amplio espectro. Coincide con Marín en que la tradición familiar es fundamental para que se pueda dar un relevo generacional, ya que este trabajo se transmite de generación en generación. A pesar de que a priori, el trabajo en la naturaleza proporciona un contexto menos estresante que otros trabajos lo cierto es que el hecho de no tener control sobre el precio del producto ya que, en el sector agrícola hay muchos intermediarios entre el cliente final y el productor; hace que muchos jóvenes les eche para atrás dedicarse al sector debido a la incertidumbre que genera.
La opinión de los jóvenes
Un pequeño grupo de jóvenes consultados (9 personas) 7 de ellos nunca se han planteado dedicarse a la agricultura, mientras que los otros dos sí reconocen habérselo planteado alguna vez.
De estas 7 personas que no se plantean dedicarse a la vida rural, 3 han tenido alguna relación con la misma gracias a sus familiares.
Uno de ellos prefiere otras actividades que le gusten más. Otro considera que a pesar de que le gustaría dejar la ciudad y dedicarse a una vida más tranquila en el campo, no ve viable la actividad y la considera muy sacrificada. El otro reconoce haber realizado labores de ganadería pero lo considera demasiado duro y además está cómodo con la vida en la ciudad.
De las otras 4 personas restantes que nunca se lo habían planteado reconocieron que en caso de no tener más opción y si estuviese muy bien remunerado sí que lo considerarían. Los otros dos se opusieron completamente y no se veían a ellos mismos fuera de la ciudad llevando una vida rural.
De los que dijeron que sí uno de ellos reconoció que su familia tiene tierras en su país de origen y barajo la idea de crear una empresa para explotarlas en un futuro. La persona reconoció que había trabajado en el campo y que no le disgustaba.
La otra persona entrevistada reconoció que su familia tiene una pequeña explotación y reconoce que le disgusta la vida en la ciudad y que se marcharía si allí obtuviese un salario decente para vivir y si lograsen modernizar y diversificar las explotaciones familiares.
Revertir la situación
Para revertir la situación Marín aconseja unos mayores beneficios fiscales para la gente que se instala en las zonas rurales y lograr un reconocimiento social adecuado para una labor tan importante para una sociedad como es el sector primario.
Navalón coincide en que debe de tener un reconocimiento social adecuado la profesión de agricultor o ganadero y además lograr que los jóvenes en el campo tengan cubiertas sus necesidades en el entorno, es decir, todo lo relacionado con la sanidad, familia, ocio, educación, etc.
Atendiendo a los testimonios de los jóvenes encuestados parece que lo que más les echa para atrás es su percepción de falta de rentabilidad. Luego pueden estar el esfuerzo físico, relativamente salvable gracias a la mecanización, factores externos, también salvables y la falta de formación específica.
Sin embargo, lo más difícil de salvar es que a la persona le guste más el campo o la ciudad, o que prefiera dedicarse a otro oficio.
Parece evidente que si los jóvenes no empiezan a percibir que el sector primario es un sector rentable que te permite sostener tu nivel de vida, este sector está condenado a desaparecer.
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